Autobiografía de Simón Bolívar

Autobiografía de Simón Bolívar

Mi nombre es Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, mejor conocido históricamente como Simón Bolívar, aun cuando mis admiradores prefieren nombrarme también por mi título de Libertador, obtenido luego de luchar más de veinte años por la independencia de las patrias suramericanas y la conformación de la Gran Colombia.

Primeros años

Nací el 24 de julio de 1783, en la ciudad de Caracas, Venezuela, aun cuando algunas tesis mencionan la posibilidad de que mi nacimiento haya ocurrido realmente en la hacienda de mis padres en San Mateo, pueblo ubicado a unas horas de la capital. De esta forma, me convertía en el tercer hijo de los esposos Juan Vicente Bolívar y Ponte-Andrade y María de la Concepción Palacios y Blanco. No obstante, el destino quiso que quedara huérfano a muy corta edad, momento en el que pasé bajo la custodia de mi tío Carlos Palacios y Blanco.

Mi educación fue la mejor de la época. De esta forma conté con grandes maestros como Simón Rodríguez, quien me ensañara la importancia de la naturaleza y la libertad, gracias a las teorías de Juan Jacobo Rousseau. De igual forma, aprendí composición y letras de la mano de uno de los grandes de América, Andrés Bello.

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También tuve la oportunidad de contar entre mis instructores con el padre Anduja, director de la Academia de Matemáticas, quien me introdujera a la obra del varón Alexander von Humboldt, al cual conocería unos años después en Europa, siendo este célebre personaje uno de los primeros que me hablaría de la importancia de llevar la Libertad a América. En 1797, también por costumbre de la época, ingresé al Batallón de Milicias de blancos de los Valles de Aragua, institución que me formó en instrucción militar, y de donde me gradúe como Subteniente de la sexta compañía de este batallón.

Viaje a Europa

Inmediatamente, habiendo cumplido con esta formación y con quince años de edad en mi haber, fui enviado por mi tío a Europa, zarpando del puerto de La Guaira, en el navío San Ildefonso, el 19 de enero de 1799.  Luego de un largo viaje, llegué finalmente a Madrid, en donde fui recibido por mis tíos maternos Pedro y Esteban Palacios, aun cuando me alojé en la casa del Marqués de Ustariz, quien fungió también como mi instructor. Estos años fueron de gran formación. Recibí lecciones de esgrima, Historia, Matemáticas y Francés. Así mismo, tuve la oportunidad de leer a los grandes clásicos. Sin embargo, no todo fue estudio, también gocé del privilegio de conocer grandes personajes de la corte y la sociedad española, al tiempo que pulí mi talento natural para el baile, cualidad que me fue elogiada en todas las épocas de mi vida.

Corría el año 1800 cuando conocí y me enamoré profundamente de María Teresa Rodríguez del Toro. Luego de ser su novio por dos años, nos casamos en España. Emocionado porque conociera las bellezas de mi patria, la convencí para mudarnos a Venezuela, en donde yo tomaría control de mis tierras, herencia de mis padres. De esta forma, llegamos jóvenes y enamorados hasta mi hacienda en San Mateo, pero a María Teresa no le sentó el clima de estas latitudes, y a los pocos meses falleció de paludismo, dejándome solo y sumido en una profunda tristeza.

Después de jurarle que no volvería a casarme más nunca, partí nuevamente hacia Europa, en donde me reencontré con mi maestro de antes, Simón Rodríguez, con quien conocí varios países del viejo continente. Fueron meses de reflexión y lectura, hasta que un rayo de conciencia me hizo decidir que no daría descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta no ver rotas las cadenas que oprimían a mi pueblo por parte del poder español. De esta forma, se lo juré a mi maestro Simón Rodríguez, a Dios, a mis padres, a mi honor y a mi Patria, el 15 de agosto de 1803, en el monte Sacro de Roma.

Lucha por la Independencia

En 1807, regresé nuevamente a Venezuela, momento desde el cual me involucré en las conspiraciones independentistas, que buscaban liberar mi patria del yugo español. Así, estuve presente como parte de la juventud independentista el 19 de abril de 1810, cuando en un acto soberano el pueblo de Caracas logró la destitución de Vicente Empara. A raíz de esto, fui elegido como parte de una delegación diplomática, enviada a Londres, a fin de pedirle al reino de la Gran Bretaña su apoyo, cosa que en primer momento no logramos.

Un año después, el 5 de julio de 1811, tuve la oportunidad de dar un discurso ante el Congreso Nacional de Venezuela, en donde instaba a mis contemporáneos a decidirse por la Libertad. Después de un arduo debate, todos coincidimos en declarar la Independencia de Venezuela, fundando así la Primera República. Claro que esto traería sus consecuencias, y la corona española no se conformaría, por lo que tuvimos que alistarnos para luchar.

Fue así como tomé las armas y entré bajo el mando del general Francisco de Miranda, siendo enviado a Puerto Cabello. No obstante, desde el principio tuve grandes diferencias con mi superior. Sobre todo a raíz de su decisión de firmar un armisticio con España en 1812, situación que hizo que yo y otros jóvenes independentistas lo consideráramos un traidor, motivo por el cual lo arrestamos y lo entregamos a los españoles.

No obstante, la Primera República había caído. Perseguido, me trasladé a la Nueva Granada, en donde después de una profunda reflexión escribí el Manifiesto de Cartagena, donde trataba de exponer las causas de este fracaso, considerando que el mayor error había sido la falta de un gobierno fuerte. Así mismo, ya para esta fecha, estaba convencido de las patrias americanas sólo alcanzarían la Libertad si se unían como una sola contra los imperios que las pretendían.

Luego de luchar junto al ejército de la Nueva Granada por la libertad de este territorio, en 1813 decidí declarar la Guerra de Independencia y junto a otros patriotas comenzar la Campaña Admirable, con la cual recorreríamos el continente, liberando a sus pueblos. El 6 de agosto de 1813, entramos a Caracas, después de varias victorias contundentes, siendo recibidos por el pueblo como verdaderos héroes. Tratamos entonces de organizar el naciente estado, pero el imperio español había levantado a José Tomás Boves contra el ejército libertador, llevando el caos y la anarquía a todos los rincones de la patria.

Rápidamente, el territorio regresó a manos españolas, decretando la muerte de la Segunda República. No me quedó otra opción que refugiarme en Jamaica, donde contaba con grandes amigos y un pueblo noble que nos abrió los brazos. En sus tierras escribí también la Carta de Jamaica. Luego del rechazo de Estados Unidos y la Gran Bretaña para financiarnos el regreso y la recuperación del territorio y la Libertad, finalmente en 1815 conseguí el apoyo de Haití, quien me puso a la orden tres mil hombres, barcos y a mi gran amigo el general Petión.

La Gran Colombia

En 1817, luego de muchas victorias, decidimos que era hora de atacar al virreinato de la Nueva Granada. Junto al Ejército Libertador partimos de Angostura, atravesamos los llanos, trepamos los Andes y el 7 de agosto de 1819 vencimos en Boyacá, liberando a la Nueva Granada. Ese mismo año, fundamos la Gran Colombia, conflagración de naciones, conformada por la Nueva Granada, Venezuela y Ecuador.

Finalmente, el sueño anhelado se cumplió, el 24 de junio de 1821, cuando triunfamos ante el ejército realista en la Batalla de Carabobo, sellando definitivamente la Independencia de Venezuela. A partir de ese momento fui nombrado presidente de la Gran Colombia, por parte del Congreso de Cúcuta. Un año después, el valiente Antonio José de Sucre vencía en Pichincha, liberando a Ecuador. En 1823, decidimos marchar entonces por la Libertad de Perú, entrando triunfantes a Lima. En 1824, Sucre volvió a obtener la victoria, ganando en Ayacucho. En 1825, el Ejército Libertador logró la liberación del Alto Perú, territorio en el cual decidí fundar a mi hija predilecta: Bolivia.

Lo habíamos logrado: América estaba liberada y unida en una gran nación. No obstante, las pugnas políticas, los intereses económicos y los movimientos separatistas comenzaron a jugar en contra. Luego de una gran guerra civil, y aun cuando traté de evitarlo de todas las maneras posibles, Venezuela se separó de Colombia en 1829. La República estaba nuevamente herida, y mi salud también jugaba en contra. En 1830, decidí partir rumbo a Europa, por lo que salí de Bogotá con destino a Santa Marta, en donde abordaría una embarcación que me llevaría al viejo continente.

Muerte de Bolívar

Luego de siete meses de viaje, finalmente el libertador Simón Bolívar llegaba a la ciudad de Santa Marta. No obstante, aún no tenía pasaporte para salir del país, y se encontraba –de acuerdo a los registros históricos- en un grave estado de salud. Después de escribir su Última Proclama, el 17 de diciembre de 1830, con apenas 47 años de edad, Simón Bolívar murió, pasando a la historia como uno de los líderes más importantes de América.

Imagen: eluniverso.com

Bibliografía ►
El pensante.com (mayo 4, 2016). Autobiografía de Simón Bolívar. Recuperado de https://elpensante.com/autobiografia-de-simon-bolivar/